MADRID, 22 de diciembre de 1870 – En una modesta vivienda del barrio de Noviciado, bajo el frío intenso de un invierno castellano, se ha apagado hoy la voz lírica más pura de España. A los 34 años, víctima de una enfermedad que arrastraba desde hace tiempo, ha fallecido Gustavo Adolfo Bécquer, el hombre que transformó el sentimiento en palabra y el suspiro en rima.
Una muerte marcada por la melancolía y el olvido
El fallecimiento del poeta sevillano ocurre en un momento de penumbra personal y financiera. Tras la separación de su esposa, Casta Esteban, y la reciente pérdida de su hermano y gran apoyo, el pintor Valeriano Bécquer, la salud del escritor se deterioró rápidamente. Testigos aseguran que sus últimas palabras, dirigidas a sus amigos en su lecho de muerte, fueron una súplica que define su entrega al arte: "Todo lo que sea, por favor, cuidad de mis niños y publicad mis versos".
El legado de un genio incomprendido
Aunque en vida gozó de cierto prestigio como periodista y censor de novelas, el verdadero valor de su obra apenas comienza a vislumbrarse. Bécquer no fue un romántico de grandes estruendos o dramas exagerados; lo suyo fue el Romanticismo tardío o posromanticismo, caracterizado por una estética intimista, sencilla en apariencia pero profundamente compleja en su emoción.
Sus "Rimas", que circularon en manuscritos tras la pérdida del volumen original durante la Revolución de 1868, son la esencia del alma humana: el amor, el desengaño y la búsqueda de lo inefable. Por otro lado, sus "Leyendas" han logrado capturar el folclore español bajo un halo de misterio y sobrenaturalidad, elevando la prosa castellana a niveles de musicalidad nunca antes vistos.
Un funeral entre intelectuales
Se espera que mañana los restos del poeta sean trasladados al cementerio de San Nicolás. Sus amigos más cercanos, entre ellos figuras de la intelectualidad madrileña, ya han comenzado a organizar la colecta para la publicación póstuma de sus obras completas, un esfuerzo que promete rescatar del olvido al que, sin duda, será recordado como el padre de la poesía moderna en lengua española.
Con su partida, desaparece el hombre, pero nace el mito. Como él mismo escribió: "Podrá no haber poetas, pero siempre habrá poesía".