En su discurso en la ONU, Donald Trump introdujo elementos de sorpresa al criticar severamente el funcionamiento de organismos globales y al mismo tiempo marcar una posición fuerte respecto al conflicto en Ucrania.
Por un lado, Trump cuestionó la eficacia de “las instituciones globalistas”, calificándolas como inefectivas e incapaces de responder a crisis reales. Rechazó la política tradicional de multilateralismo y propuso una narrativa centrada en la soberanía nacional estadounidense, lo que resurge su lema “America First”.
Pero curiosamente, en contraste con posiciones anteriores más tibias frente a Rusia, esta vez instó que Ucrania recupere todo su territorio perdido, calificó a Rusia como un “tigre de papel” y sostuvo que la agresión rusa puede y debe ser revertida. Esa doble posición—crítica de la ONU pero claramente partidario de Ucrania—parece apuntar a redefinir su rol como outsider constructivo.
Reflexión: ¿actor disruptivo o provocador?
El giro de Trump refleja una contradicción aparente: criticar a las instituciones que canalizan diplomacia y cooperación internacional, y al mismo tiempo querer ejercer influencia sobre asuntos globales. Esto puede interpretarse como un intento de reposicionamiento: ubicarse no como parte del viejo orden multilateral, sino como una potencia dispuesta a intervenir bajo sus propias reglas.
Si bien sus críticas pueden resonar entre quienes creen que organismos como la ONU han perdido eficacia, el gran riesgo está en debilitar la arquitectura global de diálogo y reglas compartidas. La ONU y otros organismos nacieron, precisamente, para contener la ley del más fuerte; minarlos solo fortalece la lógica del poder sin control.
Para Ucrania, que demanda respaldo concertado más allá de promesas pasajeras, esta nueva retórica puede representar una posibilidad ambigua: ¿promesa real de apoyo o simple retórica oportunista en el escenario diplomático?
Decir que Rusia puede perder su agresividad si se la confronta es válido, pero hacerlo desde un cuestionamiento del marco institucional es arriesgado: si Trump busca remplazar instituciones por decisiones unilaterales, no farà del mundo un lugar más seguro sino más impredecible.
