En Francia, el 
primer ministro Sébastien Lecornu presentó un 
nuevo gabinete apenas dos días después de ser ratificado por el presidente 
Emmanuel Macron. El recambio busca recomponer la autoridad del Ejecutivo y encarrilar la presentación del 
presupuesto, en un contexto de tensiones parlamentarias y desgaste social acumulado tras meses de parálisis y choques entre bloques. Pese al movimiento, los analistas anticipan una 
cuesta arriba para estabilizar la escena. 
La 
oposición amenaza con 
mociones de censura, y la coalición oficialista —sin mayoría absoluta— depende de acuerdos fragmentarios para cada ley relevante. El gabinete de Lecornu combina continuidad en carteras claves con señales hacia la seguridad y la economía, dos frentes donde el costo político de la incertidumbre se siente con fuerza: negocios que demoran decisiones de inversión y hogares enfrentando pérdida de poder adquisitivo. Coberturas en vivo de medios europeos dan cuenta de la presión social y de la expectativa por un gesto que destrabe la agenda. 
El 
presupuesto será el 
primer test serio: si el gobierno no logra aprobarlo con rapidez, crece la posibilidad de medidas excepcionales o una intervención más activa del Elíseo en la negociación, con el consabido costo de imagen. En paralelo, sindicatos y colectivos ciudadanos evalúan nuevas 
movilizaciones si el Ejecutivo insiste con reformas impopulares. La situación, recuerdan observadores, no es inédita en la V República, pero el 
calendario —con eventos internacionales y la mirada de los mercados puesta en París— reduce el margen para errores. 
Para Bruselas, 
Francia es actor clave en la gobernanza europea; por lo tanto, su parálisis legislativa tiene 
efecto sistémico: retrasa consensos sobre reglas fiscales, transición energética y coordinación de apoyo a Ucrania. La 
comunicación política del nuevo gabinete, su capacidad para tender puentes y la moderación de la oposición marcarán la temperatura de las próximas semanas. El desenlace inmediato dependerá de la aritmética parlamentaria; el de mediano plazo, de si el Ejecutivo logra 
recuperar confianza con resultados tangibles y menos ruido institucional.