Quito 1 de junio de 2025
Las autoridades sanitarias de Estados Unidos han alertado sobre la circulación creciente de nuevas variantes del virus SARS-CoV-2, entre ellas NB.1.8.1, KP.3 y LB.1, todas ellas descendientes de la subvariante JN.1 de Ómicron.
La NB.1.8.1, que ha sido detectada recientemente en estados como California, Hawái, Ohio, Rhode Island y Washington, presenta al menos seis mutaciones adicionales en la proteína de espiga (spike), lo que podría facilitar una mayor transmisibilidad y cierta evasión de la inmunidad generada por infecciones o vacunas previas. Aunque aún se estudia su impacto clínico, no se ha reportado un aumento en la gravedad de los cuadros clínicos asociados.
Por otro lado, las subvariantes KP.3 y LB.1 están mostrando un crecimiento sostenido. Según datos de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés), KP.3 representa actualmente alrededor del 33% de los casos secuenciados, mientras que LB.1 alcanza el 17.5%. Esta última contiene una mutación específica (S:S31del) que podría conferirle una ventaja evolutiva en términos de propagación.
Ante este escenario, la Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos (FDA) ha autorizado el uso de nuevas vacunas actualizadas por parte de Moderna y Pfizer-BioNTech, dirigidas específicamente contra variantes del linaje KP.2. Estas dosis estarán disponibles a partir del otoño y se recomienda su aplicación a toda la población mayor de seis meses.
Mientras se monitorea la evolución epidemiológica, las autoridades insisten en la importancia de mantener las medidas preventivas habituales: completar los esquemas de vacunación, evitar aglomeraciones en espacios cerrados, usar mascarilla en contextos de alto riesgo y realizarse pruebas diagnósticas ante la presencia de síntomas compatibles con COVID-19.